El Chester es una de las piezas más deseadas en decoración y siempre a la moda. Su origen parece ser que se debió al conde de Chesterfield que se lo encargó a un prestigioso ebanista para colocarlo en los clubs sociales para caballeros. Algunos documentos lo sitúan en el siglo XVIII y otros en el XIX. La condición puesta al ebanista era que los caballeros pudieran sentarse sin malas posturas.
Se caracteriza por tener los posabrazos y el respaldo al mismo nivel, lo que permite tener la espalda recta y no adoptar malas posturas ni movimientos poco adecuados sin renunciar a la comodidad.
El ebanista, diseñó un sofá de cuero con botones, dando origen al capitoné. Fue el primer canapé totalmente tapizado, cosa muy original en la época. Hoy en día este sofá es un símbolo de lujo.
Parece que su popularidad la adquirió gracias al diplomático Solomon Dyrolles, quien heredará el sofá una vez fallecido su padrino, el Conde.
Hay una leyenda que dice: “Desde su lecho de muerte, Philip le ordenó a su criado: «Give Mr. Dayrolls a chair». Esta expresión generó en una confusión: ¿Qué debía hacer el criado? ¿Tenía que invitarlo a sentarse o darle la butaca como un presente? Decidió que el regalo era lo más adecuado: Solomon se llevó el Chesterfield que, exhibido en su propia casa, inició una eufórica demanda por parte de sus visitantes. Así, el sofá comenzó a ser una pieza deseada por los nuevos ricos y fue abriendo su selecto repertorio de exposición. Para entonces, el género de moda era el terciopelo y su confección llevaba entre 60 y 100 horas de trabajo manual.
Fuente: lanacion.com.ar
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